Apenas cuatro horas después, la Xunta de Galicia emitió una alerta naranja por vientos de hasta 120 km/h, una señal de lo peligroso que resultó el evento.

En Vilagarcía de Arousa, lugar donde se dio la salida, tanto participantes como espectadores coincidieron en que la prueba «nunca debió llevarse a cabo». De los más de 700 corredores inscritos, solo 275 lograron cruzar la meta, lo que representa apenas el 39% del total.

Unos 425 participantes optaron por no exponerse a un clima que comprometía gravemente su seguridad.

Desde primera hora, cerca de 200 corredores decidieron no participar al observar las condiciones adversas, mientras que otros 225 se retiraron antes de llegar al kilómetro 10, evitando poner en riesgo su integridad física.

«Era imposible seguir. Las vallas y las ramas volaban, y el viento arrastraba bolsas y arena que dificultaban hasta ver por dónde ibas», señaló un aficionado que presenció el evento. «Los pocos que llegaron a la meta realmente se la jugaron«.

La situación se agravó en ciertos tramos del recorrido, como en una avenida donde los corredores enfrentaron una densa nube de polvo causada por el viento que levantaba la arena de la playa Compostela. Además, las zonas costeras de Vilaxoán resultaron especialmente complicadas debido al fuerte viento en contra.

El panorama vivido recordó lo sucedido en otras competiciones, como la Maratón de San Sebastián, que fue cancelada el mismo día debido a condiciones similares. «Si tantos participantes decidieron abandonar o no presentarse, es porque el riesgo era evidente», concluyó otro testigo.